sábado, 13 de febrero de 2016

Nuestra Gente de los Sesenta



La Gente de los Sesenta

Después de la mención a Salvador Garmendia, la figura central de nuestra literatura en los años sesenta, hay que citar al poeta Rafael Cadenas(1930) por su meditación existencial, al ensayista Manuel Caballero(1931-2010), profundo crítico literario aunque pocos lo hayan visto; Juan Calzadilla(1931) introductor del misterio de la metrópolis en nuestra poesía; Adriano González León(1931-2008) escritor central en País portátil(1969) y Viejo(1994), cuestista destacado, esoecialmente en Las hogueras más altas(1967) y Hombre que dabe sed(1967), donde está su mejor cuento “Madame Clotilde” y maestro de la prosa poética en Linaje de árboles(1985); Elisa Lerner(1932) nuestra mayor ensayista de sexo femenino y dramaturga más que destacada, las cuitas de las mujeres constituyen lo principal carnadura de su teatro; Guillermo Sucre(1933) notable poeta de la luz y del trópico y crítico relevante. Es imposible dejar de mencionar, porque sus obras son centrales, al crítico y filólogo Alexis Márquez Rodríguez(1931), pertinaz explorador de las palabras; a poetas como Alfredo Silva Estrada(1933-2009), Ramón Palomares(1935) o Ludovico Silva(1937-1988) crítico y pensador de excepción también.

Los de los Setenta

Miembros muy destacados de las promociones aparecidas ya en la década del setenta hay que nombrar al narrador Denzil Romero(1938-1999), al poeta Eugenio Montejo(1938-2008), al novelista, cuentista, crítico y ensayista José Balza(1939), a la novelista y cuentista Antonieta Madrid(1939) cuyo libro No es tiempo para rosas rojas(1975) tiene un puesto muy especial como testimonio de la presencia de la mujer, y de lo femenino, en nuestra narrativa. Es también uno de los primeros recuentos, sólido, en bella prosa y en mejor fabulación, de los horrores y errores de la izquierda insurgente de los sesenta. Una de las esencias de No es tiempo para rosas rojas es su canto al valor de la vida; también hay señalar que en Eduardo Casanova(1939) destacamos especialmente El arca de Daniel(1985) y Las alegres campanas de la muerte(1988) entre las más significativas, aunque su tetralogía Cuarteto en sol(1993) no dejó de ser un curioso experimento digno de mención; al autor de Rajatabla(1970) Luis Britto García(1940) no puede dejar de aparecer en este recuento, por su maestría en el relato breve; al creador de El mago de la cara de vidrio(1973) Eduardo Liendo(1941), dentro de cuya obra debe recalcarse también el valor de sus novelas El round del olvido(2003) y El último fantasma(2008), memoria, recuento crítico, de los años de la violencia armada de los años sesenta, historia de la “generación que se equivocó soñando” según el propio Liendo declaró; la segunda es el último ajuste de cuentas con el marxismo de aquellos mismos jóvenes de los sesenta; en los años finales de su vida David Alizo(1941-2008) escribió sus mejores novelas, ya cuando miró el mundo heleno, por el que siempre tuvo fascinación, especialmente en su Safo de mil amores(2005). El libro con el que cerró su peripecia No más Lily Marleen(2008) es uno de las obras universales de nuestra ficción, es relativo al holocausto nazi; al dramaturgo Rodolfo Santana(1944-2013), el más fecundo de nuestros autores teatrales, considerado la cuarta figura de nuestra escena, después, desde luego, de Chocrón, Chalbaud y Cabrujas; al narrador Francisco Massiani(1944) cuya novela Piedra de mar(1968) es ya un clásico de nuestra literatura al igual de cuentos suyos memorables como “Un regalo para Julia”(1970); a la escritora Ana Teresa Torres(1945), quien, muertos los maestros del género, es hoy la primera novelista de nuestra literatura. El ámbito de sus novelas es amplísimo pues va desde los rasgos de las vivencias familiares, como El exilio del tiempo(1990) y o el vivir de su generación en Los últimos espectadores del acorazado de Potemkin(1999); al suceder histórico en Doña Inés contra el olvido(1992), lo mujeril en Malena de cinco mundos(1993); la educación para el erotismo en La favorita del señor(2001); los horrores de una inominada urbe contemporánea en Nocturama(2006) hasta la narración policial. Terminamos los años cuarenta con el trujillano Ednodio Quintero(1947) en cuyos cuentos, la parte más sólida de su hacer, se hizo presente el sentido de saudade con el cual se miran hoy nuestros universos agrarios e interioranos cuando la mayor parte del país, el 95%, vive en ciudades y no tienen sus habitantes otras vivencias que las urbanas. Por ello, a la suyas, y a las de Armas Alfonzo las propias del neo-regionalismo.

No podemos concluir este recuento de aquellos nacidos a fines de los años cuarenta, plenamente activos en la creación literaria hoy sin registrar la aparición creadora de Michelle Ascensio(1943-2014); los universos de ficción de una cuentista del relieve, elegancia y suntuosidad como Lidia Rebrij(1948); la práctica del mini cuento en Gabriel Jiménez Emán(1949) o la exploración de los terrenos de la diversidad sexual por José Napoleón Oropeza(1949) a través de El bosque de los elegidos(1986), novela que siempre hay que destacar, además, por la excelencia de su prosa.

Los Ultimos Sesenta Años

Entre los poetas de los cuarenta que siguieron en su labor es imposible no citar por su singularidad Receso de la esmeralda(1974) de Rafael Pineda(1922-2003), poema orgánico, comentario lírico en verso de la poesía de la norteamericana Emily Dickinson(1830-1870). De igual trascendencia universal, por el humanismo que lo empapa, es El árbol de Chernoby(1989) de Lucila Velasquez(1928-2008), juicio contra la destrucción nuclear.

Pero no podemos soslayar que el último medio siglo(1950-2010) nuestra creación literaria ha seguido estando siempre activa y posee ya creadores de ambos sexos que son figuras consolidadas de nuestra literatura. Letras, ya con nombres mayores como el Hanni Ossott(1946-2002) autora del poema “Del país de la pena”(de El reino donde la noche se abre,1987), el sexto gran poema de nuestra poesía. En sus estancias está representada la Venezuela veraz y los deseos de equilibrio.

Pero no es fácil bosquejar, así lo hagamos en rápidos trazos, lo que han sido los últimos sesenta años de las letras venezolanas. Y ello por su riqueza literaria, ha significado sin duda el ascenso de nuestro proceso creador.

Hay nombres de este período de nuestra poesía imposibles de soslayar: tal Francisco Pérez Perdomo(1930-2013), especialmente en sus últimos poemarios en donde convocó sus memorias más personales; Caupolican Ovalles(1935-2001) por su Elegía en rojo a Guatimocín mi padre alias el globo(1967), una de las grandes elegías de nuestra literatura; Víctor Valera Mora(1935-1984) un poeta seguido por su poesía política, pero de quien transcenderá, por su bello registro existencial, sus versos de amor, los cantos a sus amadas; Luis Alberto Crespo(1941): por Si el verano es dilatado(1968) y por sus poemas sobre la seca tierra caroreña o Miguel James(1953) el poeta del amor, con registros más que vivientes, en nuestras letras de estos días, tal el conjunto de su hacer en Mi novia Itala come flores y otras novias(2007); tal poemas como “Amor” de Mi novia Itala come flores(1988); “Para que mi laúd eternamente le cantara” o “Cantar”, de Albenela, Tuttifrutti, Blanca y las otras(1990); “Suma de todo saber y ciencia” de La casa caramelo de la bruja(1993), todo el poema “Tiziana amor mío” o su “Oda a Noamí”. Figura, decisiva de nuestra poesía actual, es Alejandro Oliveros(1948), El sonido de la casa(1983) es destacable como también sus Poemas del cuerpo(2005).

Las Poetas

Debemos abrir aquí con Miyó Vestrini(1938-1991) quien con su poesía siempre agónica, llegó a convocar a la muerte a visitarla en uno de sus poemas más lúcidos. También fue quien primero tocó, antes que ningún otra, los asuntos que nuestra poesía femenina haría suyos.

Las poetas que mencionamos a continuación, con la presencia grande e insoslayable de la mujer son, además de Hanni Ossott, a quien ya hemos referido, a Margara Russotto(1946) siempre consumida por la pasión; Cecilia Ortiz(1951) en su merodeo del amor, “la pasión errante” para ella; Yolanda Pantin(1954), ya una figura central de nuestra poesía, tanto por El cielo de París(1989), el séptimo gran poema de la lírica venezolana; el esplendor desolado de La quietud(1998) o la forma que atisbó los días trágicos que vivimos en El hueso pélvico(2002). En Yolanda Pantin siempre están presentes ironía, delicadeza en el escribir, soledad, horror. Siempre nos ha parecido que El cielo de París podría titularse El infierno de Caracas y La Quietud más bien La inquietud, o El desasosiego que lo que siente a quien lo abandona aquel quien ama. Uno de los poemas amorosos más bellos de nuestra poesía es “Cuerpos” de su poemario Los bajos sentimientos(1993); Edda Armas(1955) quien en sus brevísimos versos nos ofrece la quintaesencia del decir poético; María Auxiliadora Alvarez(1956) por las fuerza desgarrada de sus dos primeros poemarios o Alicia Torres(1960) en su lúcido merodeo de lo mujeril.

Todas ellas son valores centrales de nuestra poesía.

El Cuento

El cuento, hay que advertirlo siempre es el género principal de nuestra narrativa. Y en este período tenemos diversos registros, e incluso aquellos que, como Lidia Rebrij, solo escriben narraciones cortas. Es imposible soslayar a Laura Antillano(1950) porque entre sus ficciones se encuentra una que es memorable “La luna no es como pan de horno”(1978), con toda su bella entonación de elegía; los cuentos de Federico Vegas(1950), una de las figuras centrales de este período, con textos a los cuales hay que atender como los que están en La carpa y otros cuentos(2008), suerte de antología de sus libros anteriores, con piezas reescritas y ampliadas; Antonio López Ortega(1957) quien tanto ha cultivado las formas de la escritura autobiográfica en sus espléndidos cuentos, llenos de poesía, se los puede seguir especialmente en el volumen Río de sangre(2005). López Ortega es un estilista al escribir, hay que situarlo en la tradición de los que mejor escriben entre nosotros, Díaz Rodríguez, Ramos Sucre, Picón Salas y Uslar Pietri; Ángel Gustavo Infante(1957) ha brillado especialmente en el cuento; Oscar Marcano(1958), nombre al que hay que atender ya hoy especialmente, con una colección de relatos premiada internacionalmente (1999): Solo quiero que amanezca(2002); Milagros Socorro(1960) honda en sus registros, con ya algunos textos, de sus libros Una atmósfera de viaje(1991) y Actos de salvajismo especialmente interesantes en su densidad existencial; Sonia Chocrón(1961), poeta de relevancia desde Toledana(1992), pero con una cierta vocación por el relato breve, que cobra singularidad en sus manos. María Ángeles Octavio(1964), por al brillo de los cuentos de suExceso de equipaje(2004). Tampoco podemos dejar de lado las atmósferas de Salvador Fleján(1966) en su Intriga en car wash(2006). Cerramos aquí con Rodrigo Blanco(1981), ya con dos volúmenes de relatos, señal de sus dones creativos.

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